El Museo del Prado verá enriquecido temporalmente su discurso expositivo con la obra del artista flamenco Willem van Haecht, ‘El gabinete de arte de Cornelis van der Geest’, préstamo del Museo Rubenshuis de Amberes.
La pinacoteca ha explicado que la presencia de este cuadro sirve para «celebrar la riqueza artística de Flandes y su mecenazgo por parte de la familia real española».
A principios del siglo XVII surgió en Amberes, capital artística de la región que entonces se conocía como Flandes (la actual Bélgica), un tipo de pintura que celebraba la afición de sus elites y gobernantes por ese arte: los Gabinetes de coleccionistas.
El más elocuente de los que se conocen, por lo que muestra, es esta obra que se expone en el Museo del Prado de forma temporal. En las paredes de una sala cuelgan 42 cuadros, la mayoría de pintores flamencos, incluyendo una escena de una mujer desnuda ante su tocador de Van Eyck, de especial importancia, puesto que el original no se conoce, además de obras de Rubens y otros.
También se reproduce el cuadro de Elsheimer Ceres en casa de Hécuba, probablemente el mismo que actualmente pertenece al Museo del Prado. Hay también esculturas, porcelanas, estampas y otros objetos. En agosto de 1615 los gobernantes visitaron la colección que aquí se representa, perteneciente al mercader Cornelis van der Geest.
El cuadro es una recreación ficticia de esa visita pintado trece años más tarde. Frente a Isabel y Alberto, y señalando con su mano derecha a un cuadro de Quinten Massys, está el propio coleccionista. Detrás de él se observa a Van Dyck, y junto a Alberto de Austria, y hablando con él, a Rubens.
Otras figuras presentes son Nicolaas Rockox (quien encargó a Rubens la gran Adoración de los Magos que se expone en esta sala del Museo del Prado) y Ladislao Vasa, futuro rey de Polonia (es la única persona con rango suficiente para mantener su sombrero sobre la cabeza en presencia de Isabel y Alberto).
Sobre una mesa en el centro de la escena hay un dibujo que ilustra la mítica visita de Alejandro Magno al taller de Apeles cuando este pintaba a Campase, un asunto que permitía a los contemporáneos (los gobernantes y el propio coleccionista) identificarse con aquel mítico pasado.
EUROPA PRESS