Ninguno de los colosales proyectos internacionales -la Estación Espacial Internacional, el CERN o la investigación antártica- habría germinado sin altas dosis de malabarismo diplomático, y la ciencia ha encontrado en la diplomacia también una de sus mejores herramientas para aumentar la cooperación, la transferencia de conocimientos y la internacionalización.
Ni la lucha contra el cambio climático o la pérdida de biodiversidad, ni la gestión y la conservación del Ártico -salvaguardados bajo sofisticados tratados o acuerdos internacionales- avanzarían si no fuera con el sostén de la ciencia y de la tecnología, pero tampoco si no contaran con el patrocinio y el amparo de la diplomacia.
Lo perciben así los expertos consultados por EFE, que han coincidido en la trascendencia de la diplomacia científica para asegurar la participación en importantes proyectos internacionales, para captar fondos o para propiciar la transferencia de la investigación a la industria, pero también para divulgar la «excelencia» de la ciencia española, impulsar el asociacionismo de los científicos en el exterior y reforzar el español como lengua de conocimiento y de investigación.
Con esos objetivos, la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) tiene encomendada (por el Ministerio de Asuntos Exteriores y en colaboración con el de Ciencia) la labor de fomentar las relaciones científicas internacionales y ha impulsado una red de consejerías Culturales y Científicas en el exterior que durante los últimos años ha puesto el foco en varias líneas de trabajo prioritarias, y entre ellas el papel de la mujer y la ciencia en español.
Conectar investigadores con empresas
La última memoria oficial de Diplomacia Científica, Tecnológica y de Innovación de la AECID (2022) revela que ya participan sesenta embajadas y que ese año por ejemplo se realizaron más de doscientas actividades para dar visibilidad al sistema español de ciencia, tecnología e innovación, y que muchas de ellas han servido para reforzar la transferencia de la ciencia a la empresa, la principal asignatura pendiente del sistema español.
Esa «diplomacia» ha permitido conectar a investigadores españoles con empresas y plantear posibles colaboraciones entre las dos partes y dar a conocer varias empresas emergentes españolas con el sector privado o con representantes de la I+D+I de otros países.
Los expertos consideran esa diplomacia imprescindible para resolver algunos de los mayores desafíos (cambio climático, pandemias o desastres naturales) o para alcanzar muchos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible plasmados en la Agenda 2030, ya que la ciencia, la innovación y la cooperación internacional son imprescindibles para mejorar la seguridad alimentaria, la potabilización del agua, la salud e higiene de la población o la carencia de energía.
El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con un «Protocolo de Actuación» suscrito con la Escuela Diplomática y participa con la AECID en cursos dirigidos a los diplomáticos y a los consejeros culturales y científicos.
«La ciencia y la geopolítica están unidas por la diplomacia», ha manifestado a EFE Isabel Díaz, vicepresidenta adjunta de Internacionalización y Cooperación del CSIC, y ha aseverado que no puede haber retos científicos de envergadura en los que están involucrados varios países sin que haya intervención diplomática.
Isabel Díaz ha citado como ejemplo de diplomacia científica el Centro Europeo de Física de Partículas (CERN), en Ginebra (Suiza), por la «gesta» de su ubicación, por su construcción y ahora por su gestión, y ha incidido en que los países que forman parte de esta instalación se posicionan a través de sus diplomacias para tratar de obtener lo mejor para su comunidad científica.
CSIC y Escuela Diplomática: una estrategia conjunta
El CSIC ha puesto el acento en la diplomacia para respaldar sus acciones internacionales, ha destacado la vicepresidenta adjunta, y ha explicado que han diseñado para ello una estrategia conjunta con la Escuela Diplomática y el Ministerio de Asuntos Exteriores para acercar a los científicos y a los diplomáticos y compartir buenas prácticas.
«Sólo con la evidencia científica y los datos que obtienen los investigadores se puede armar una cartera política con la que ejercer la diplomacia para tener éxito y lograr beneficios para un país, traducido en ventajas para el tejido empresarial, no solo del científico», ha manifestado la vicepresidenta del CSIC.
Para poner en valor la importancia de esta diplomacia, la Fundación Ramón Areces ha organizado ya ocho conferencias anuales que han reunido a los sectores de la I+D+i con la Red de Asociaciones de Investigadores y Científicos Españoles en el Exterior, que representa ya a más de 4.500 científicos en todo el mundo y que tiene implantación en 22 países y que acaba de lanzar su «decálogo» para fomentar la internacionalización del sistema español de ciencia, tecnología e innovación.
El director de la Fundación, Raimundo Pérez-Hernández, pudo comprobar, como embajador de España ante el CERN, «la riqueza y el potencial» de las actividades de cooperación internacional, que a su juicio son «absolutamente imprescindibles» en operaciones e inversiones «tan complejas y costosas», y ha valorado la incorporación de investigadores y expertos a esa acción científica exterior.
«La diplomacia tiene una enorme influencia en proyectar y promover la implicación del sistema español de ciencia en el contexto internacional», ha manifestado a EFE Pérez-Hernández, y ha observado que hay grandes y numerosos proyectos que son objeto de una gran demanda internacional «y cada país debe jugar sus cartas para conseguir el máximo beneficio».
Es además -ha asegurado- uno de los mejores instrumentos para ayudar a la transferencia del conocimiento, y se ha mostrado convencido de que el progreso de la investigación será el resultado de los esfuerzos gubernamentales y de la iniciativa privada y también de que esta forma de diplomacia está contribuyendo de una forma decisiva a dar una mayor visibilidad a la ciencia y a la innovación española.
Fuente Agencia Efe